Pepe López, el buzo de Marbella que fue testigo del hallazgo de una campana de la Nao que llevó a Colón a América


3 Noviembre 2025

Marbella

CdelSol Noticias

–En las puertas de las casas de Buarcos en Figueira da Foz (Portugal) había monedas de ocho reales de plata que se pescaban a la orilla del mar, como en las coplas del tanguillo de Cádiz Aquellos duros antiguos.

El mar lanzaba las monedas a las playas tras alguna tormenta. Los vecinos del pueblo calzaban los goznes de las bisagras de las cancelas, con las efigies de Carlos V y Felipe II, convertidas en anillas. Pepe fue compañero de submarinismo de Roberto Mazzara, el exoficial de la marina italiana y buzo, que halló en 1994 en esas playas portuguesas una campana, que sostiene que perteneció a la nao Santa María, que llevó a Cristóbal Colón en su primer viaje a América.

En Marbella se le conoce como Pepe El Buzo. Con las varillas de un paraguas y una cámara de bicicleta, José López fabricó su primer arpón, y con un cristal y la cámara de la rueda de un camión se apañó las gafas. Con tan elemental equipo, a los doce años, se zambulló en el mar para iniciar su vida de submarinista en el litoral de Marbella.

–Mi familia es de Coín, yo tenía seis años cuando llegamos a Marbella. Desde un puerto de montaña de Ojén vi por primera vez el mar, yo creía que era un río. Mi padre, que era carpintero y compró la parcela donde levantó la casa, me dijo que era el mar.

La campana hallada en Portugal. / Archivo personal

Conocí a Roberto Mazzara, buceando con él en la costa de Portugal dimos con un ancla de misericordia –que es mucho más pesada y se lleva a bordo de reserva, para hacer maniobras de emergencia y anclar la nave– de un pecio que transportaba lingotes de plata de treinta kilos. Mazzara, que tenía allí un centro de buceo, dio con varias piezas, que le intervino la policía, entre ellas una campana, a la que no le dio especial valor y guardó en su furgoneta.

El galeón San Salvador, que naufragó en 1555 frente al puerto de Buarcos, en las costas del norte de Portugal, viajaba cargado de lingotes de plata y transportaba la campana.

–Una vez identificado el barco, a través del Archivo de Indias, confirmamos que el pecio encontrado se trataba del galeón que transportaba la campana de la Santa María. En el manifiesto de carga del galeón San Salvador se relacionan los objetos de la nave de Colón que eran trasladados a España.

Junto a una gran cantidad de oro y de plata se encontraba “el signo de la villa de Navidad”, la campana de la Santa María, que Luis Colón, el nieto del navegante, reclamaba. El barco zarpó de San Juan de Puerto Rico con rumbo a España, un temporal lo desvió y se hundió frente a las costas de Portugal.

–Colón, al llegar a la isla La Española y no encontrar las especias de la India, encalló la embarcación en la playa de forma deliberada. Con las maderas de la Santa María construyó el Fuerte Navidad, donde dejó a una parte de la tripulación, que le asegurase volver. Los taínos, los aborígenes de la actual Haití, arrasaron con el fuerte y lo quemaron. En su segundo viaje, Colón encontró muertos a los 39 tripulantes que había dejado. En este segundo viaje, Colón, designó Santiago de Cuba como centro de operaciones, donde la campana, con huellas de haber sido quemada, se guardó en los almacenes de la armada española. Hasta que acabó en San Juan de Puerto Rico. La campana tiene todos los indicios para creer que es de la Santa María, como tierra incrustada de la isla La Española y arena de Portugal. Se realizó una prueba de carbono 14 en el Museo Oceanográfico de Mónaco, del que fue director Jacques Cousteau, el análisis determinó que podía ser de los restos de la carabela, que era compatible con los apuntes del documento del manifiesto de carga.

Campana atribuida a la nao Santa María. / Archivo personal

A través de unos abogados de Acerinox pudimos contactar con el Museo Naval de Madrid y le ofrecimos regalar la campana al rey. Se mantuvo una reunión con el abogado de la Casa Real y los arqueólogos del Museo de Madrid, estos tenían reticencias y temor de quedar mal parados. Había un antecedente del cazador de tesoros Mel Fisher, que le regaló al rey un astrolabio que en realidad era una copia. Nos dijeron que la campana no tenía ningún valor histórico y que hiciéramos lo que quisiéramos. Entonces, yo dejé el tema. Roberto con una empresa catalana organizó la subasta de la campana de la Santa María, que estaba programada para el doce de diciembre de 2002 en el Hotel Ritz de Madrid. Iban a acudir personas interesadas de Suecia, EEUU, Inglaterra o Rusia. Poco antes de comenzar la subasta, las autoridades incautaron la pieza a raíz de una denuncia de robo que interpuso el Estado de Portugal, que reclamaba la pieza como propiedad cultural. La subasta fue cancelada. La justicia finalmente desestimó el pedido de Portugal de quedarse con la campana. No se consideró un objeto histórico, volvió a manos de Mazzara para acabar en Miami. La empresa catalana le reclamó a Roberto 300.000 pesetas por los gastos ocasionados por la abortada subasta de la campana, que finalmente se habría vendido a un americano.

La campana de la nao Santa María, que ha propiciado el interés mediático, dio lugar a un trabajo de fin de grado en la Universidad Complutense de Madrid. Los alumnos del Departamento de Derecho Internacional Privado realizaron años atrás un estudio legal para dirimir la propiedad de la campana. “El presente trabajo tenía por objeto el supuesto hipotético de que el caso de la campana de la Santa María se suscite en el momento actual”, justificaban sus autores, que analizaron las últimas legislaciones sobre el patrimonio cultural subacuático. El trabajo obtuvo la calificación de matrícula de honor.

–Un buzo no necesita un martillo para clavar un clavo, se busca la vida, fue la primera lección que me dio Esteban Pérez de Guzmán. Un hombre autodidacta, con una capacidad de inventiva práctica extraordinaria a la hora de resolver los problemas y conseguir éxitos notables. Recuerdo cuando un barco marrajero, dedicado a la pesca en la costa Sahariana, a su regreso había sido incautado por las autoridades, permaneciendo durante años atracado en el puerto de Algeciras, sin ningún mantenimiento. Su armazón de hierro se había hundido al fondo del mar y necesitaban quitarlo para hacer la ampliación del puerto. La solución que plantearon era cortarlo en trozos. A Esteban se le ocurrió reflotarlo. Para ello, se cubrieron los agujeros del barco con unas lonas de camión. Con dos tubos se fabricó una chimenea de agua en un extremo del barco y en el otro también se instalaron tubos. Por un lado, por succión, con una draga se sacaba el agua, al tiempo que se ajustaban las lonas al casco, mientras que por la otra chimenea entraba aire hasta que se consiguió emerger el barco.

Pecio en la Costa de Marbella. / Archivo personal

En otra ocasión un barco americano de pesca de altura, tras una noche alegre de los marineros, acabó encallando en la playa, hasta cinco metros de la línea del mar, en una zona de difícil acceso, al estar rodeada por cañaverales y de unos terrenos pantanosos. Se planteaba un rescate complicado y costoso, con la asistencia de una gran plataforma, o de lo contrario perderían el barco.

–Yo saco el barco de ahí por un millón de pesetas, dijo Esteban.

Se procedió al dragado de la playa hasta construir el lecho de un río por donde poder sacar navegando la embarcación que no tenía más de 70 centímetros de calado. Esteban tenía buena vista para captar y analizar las cosas. He tratado de aprender de esa mirada para resolver problemas.

Adolfo Boch Leria, El Fofi de Cádiz, con una formación profesional muy escasa, fue uno de los primeros 25 buzos que había en España.

–Lo he conocido, pero no he tenido con él ningún trabajo profesional de buceo. Llegó a tener una colección arqueológica de piezas fenicias: ánforas, columnas de bronce, que había acumulado en el tiempo, de la playa de La Caleta (Cádíz). En un momento tuvo problemas de salud y movilidad. Estuvo durante meses proponiendo a las administraciones ceder todos los objetos obtenidos en el mar a cambio de un puesto de trabajo de bedel. Al final le registraron la casa, lo detuvieron, le quitaron todo y por poco pierde la vivienda.

Pepe López en tareas submarinas. / Archivo personal

En septiembre de 1991 la Guardia Civil, con una orden del Juzgado de Primera Instancia de San Fernando se personó en la casa de Fofi, pero no se encontró nada, su colección se hallaba en un almacén cercano. Los agentes terminaron por saltar por encima de la valla para llevarse las 913 piezas arqueológicas. Fofi, de 79 años y con una invalidez reconocida del 45 por ciento, lleva 35 años peleando con la justicia y las administraciones.

–De chiquillo, di con un barco de guerra del siglo XVIII, el pecio El Fernando, en la zona de San Pedro Alcántara, donde había cañones y los proyectiles en forma de bolas, con cananas y restos de zapatos. Muchos años después he colaborado con el Centro de Arqueología Subacuática (CAS) de la Junta de Andalucía, al que le cedimos un barco, botellas de oxígeno y el taller para trabajar. También he encontrado un barco francés, de finales del siglo XVIII o principios del XIX, hundido en las costas de Marbella. Este transportaba ladrillos, azulejos y cal en bidones de madera. Los arqueólogos del CAS están dispuestos a estudiarlo, a la espera de contar con presupuestos.

Durante cuatro años he estado como coordinador de salvamento marítimo de la Cruz Roja de Marbella. No olvido el caso de un empleado de la piscifactoría, que fue a dar de comer a los peces un mediodía con muy mal tiempo. Amarró su barco, de aluminio y seis metros de eslora, les dio a paladas la comida, en medio de un temporal de levante, para luego soltar el barco y saltar a la jaula. El barco apareció destruido en la zona del Marbella Club. A las siete de la tarde el compañero que lo relevó alertó de la desaparición del empleado y de la barca. Era invierno y ya había anochecido, lo encontramos con la mitad del cuerpo metido en el agua aferrado a la jaula, en estado de hipotermia, en una situación in extremis. Llevaba de segundo a José Luis Botella, que saltó a la jaula y rescató al empleado y lo llevó a la embarcación. Durante diez años la madre de ese muchacho nos trajo cada año una tarta a la Cruz Roja. Otra vez, asistimos a un hidropedal, que tenía una quilla hundida, donde dos chicas estaban tomando sol desnudas. Cuando fuimos a auxiliarlas se negaban a subir a la embarcación porque habían perdido la ropa. Tuvimos que dejarle nuestras camisetas para llevar a cabo el rescate.

Bidones de madera de un naufragio. / Archivo personal

–En el ejército hice el curso de buceo de operaciones, luego otros, de explosivos submarinos, de formación de instructores y de buzo profesional, que me permitieron hacer del submarinismo mi trabajo. Nos especializamos en el mantenimiento de puertos, reparación de pantalanes, amarres, y reflotaciones de embarcaciones.

He transportado barcos de Nueva Zelanda a España, realizado pesca profesional en embarcaciones de Marbella y navegado a vela por todo el Caribe, la costa de África hasta Cabo Verde, Senegal, Mauritania. Un trayecto a las Islas Canarias es una navegación de altura. Llegando a Alyadida (Marruecos), un promontorio metido en el mar, donde se hace difícil la navegación costera, con muchas olas que agravan las circunstancias. Se pierde de vista el litoral cuando se navega en dirección a Mauritania o Senegal. El extremo es Namibia, donde está la Costa de los Esqueletos, por la cantidad de naufragios que allí se producen.

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